domingo, 1 de diciembre de 2013

El adolescente y las relaciones familiares.

El pasado martes 19 de noviembre, la compañera orientadora del CEIP "El Palmeral", Teresa Sempere Leal nos habló de cómo cambian las relaciones familiares cuando tenemos un hijo o una hija en la adolescencia. Transcribimos aquí su charla, y dos referencias muy interesantes para leer y reflexionar:

El número 6 de los Cuadernos Faros, dedicado a ¿Cómo educar las emociones?, del Hospital San Joan de Déu de Barcelona, y un resumen del libro "Cómo aprende el cerebro" de Sarah-Jayne Blakemore/Uta Frith.


El adolescente y las relaciones familiares. 
      El paso de niño a adulto se realiza por medio de una serie de mecanismos psicológicos entre los que destaca el proceso de independización de los padres, que se produce de una manera progresiva.
Los cambios que se dan en la vida afectiva de la familia son:

     .Los hijos empiezan a contar cada vez menos, se encierran en su mundo personal o amistoso y solo salen cuando a ellos les apetece.
    En lugar de dar continuos consejos, es más efectivo compartir con ellos nuestras vivencias y experiencias.

     .Desmitificación de los valores de los adultos de la familia. Se produce la toma de conciencia de la necesidad de rebelarse frente a unos seres que han dejado de ser perfectos. 

     .Los amigos se convierten en su propia familia, donde se deposita la afectividad, la comunicación y el establecimiento de unos vínculos que pueden ser más fuertes que los familiares.

     .Sentimiento de incomprensión mutuo. Sensación de que los demás no le comprenden  y él tampoco comprende a los demás.
     Una actitud excesivamente tolerante de los padres, implica una sensación de despreocupación por parte de los padres en los adolescentes. Los adolescentes necesitan normas para contradecirlas y encontrar así sus propios patrones de conducta.

      .El adolescente tampoco se comprende a sí mismo, vive en un estado de contradicción constante.
 Los padres tendrán que estar abiertos a los cambios de ánimo y con una actitud muy generosa, para poder comprender a unos jóvenes que por su condición están instalados en la variabilidad. Hay que crear un clima de paz y alegría  y no dramatizar los pequeños conflictos. Una conversación aplazada a un momento más favorable puede cambiar totalmente los resultados.
     Nadie puede evitar que el adolescente tenga frustraciones, cuando además son las primeras realmente importantes. Los padres deben preocuparse en la etapa infantil, en preparar al niño para superar las pequeñas frustraciones que se le vayan presentando, debe ir aprendiendo que la frustración forma parte del repertorio normal de acontecimientos que se le van a ir presentando.
     Sin embargo, los padres también deberán estimular los ideales de sus hijos adolescentes ya que son un elemento positivo de crecimiento y maduración personal. A los adolescentes a los que se les frustran sus ideales de manera prematura y continuada, acaban por convertirse en jóvenes indiferentes y escépticos.
     El clima afectivo de los adultos que conviven con el adolescente es fundamental, el tono afectivo es muy importante para ofrecer un marco de seguridad. Es responsabilidad de los padres garantizar este proceso y tendrán que esforzarse por mantener los lazos afectivos en el núcleo familiar.
     Cuando los padres quieren imponer sus criterios por principio, el adolescente no lo acepta. Conviene recordar que para ser autoritario no es necesario que se adopten formas autoritarias, basta con mostrar una actitud aparentemente conciliadora pero termina siempre imponiendo el criterio y la propia voluntad.

     .El mantenimiento de la normativa familiar es necesario para el hijo, pues, a pesar de desear romperla, cuando llegan momentos de crisis de identidad, necesita tener la posibilidad de acogerse de nuevo a los patrones de actuación familiar, que le proporcionarán unos puntos de referencia seguros.
Los padres no están dispuestos a asumir que un hijo es siempre un riesgo. Es necesario aceptar que cabe la posibilidad que el hijo se desvíe, porque ser joven es ser más libre, en el sentido de que se tienen más posibilidades. 
     Los padres podrán haber sembrado la mejor semilla, y abonado a conciencia el campo, pero existe un margen autónomo de libertad personal que permite a cada individuo afrontar su existencia de acuerdo con sus propios deseos, deseos que deben ser respetados."

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